Un buen madrugón acompañado de una noche sin descanso nos da la bienvenida. Esta vez nos trasladamos a la T1. Al entrar nos espera una buena cola para facturar y eso que son las 6 de la mañana... a las 7.00 conseguimos pasar. Las medidas de seguridad comienzan a ser algo mas estrictas.
Llegamos a nuestra puerta de embarque y esperamos a ser llamados, aunque nos queda poco.
A las 7.45 subimos al avión y ya empezamos a notar la presencia francesa, aunque de momento el idioma no representa una barrera. Por lo visto viajamos en una clase media, después d la turista, lo cual parece que no está nada mal.
A las 8.30 despegamos, maniobra suave. Al ser de día la luz acompaña y se puede ver un bonito paisaje. Pasado un tiempo nos dan de desayunar, no esta mal pero eso de que los franceses no tomen leche... supongo que hay diferencias notables al cruzar los pirineos.
Transcurre el vuelo con tranquilidad y música. El paisaje es interesante, mar, montañas nevadas y cúmulos de nubes que te dan la sensación de estar sobre un colchón.
Llegamos a nuestro destino. Aterrizamos en Charles de Gaulle, será la primera vez que pise suelo francés. Sin salir de la terminal nos dirigimos a la puerta de embarque, la F56, por lo visto la que lleva los vuelos intercontinentales, o al menos se deja notar en la gente que está pasando por el control: europeos, indios y orientales.
El idioma empieza a ser un problema. Personal de la terminal que te habla en francés y cuando ven tu pasaporte español te miran por encima del hombro... quisiera saber porqué no le somos simpáticos a los franceses. Otra vez he de quitarme las pulseras, anillos, el cinturón y todo aquello que pueda dar positivo en el detector de metales. Mucho me temo que no será la última vez que lo haga...
Después de un paseo largo de 1h y 15 minutos hacen llamada de nuestro vuelo. Mientras cruzas el túnel que lleva al avión empiezas a darte cuenta de la magnitud del asunto, de la experiencia que vas a emprender. Ya no hay marcha atrás.
Unas azafatas muy monas te saludan con un “Bon Jour” mientras te van indicando hacia dónde tienes que pasar... en francés, claro. Vamos, chica, como si me hubieras mandado al ala derecha, que sí, que ya voy yo “pallá”.
Una vez entras en estos aviones tan grandes de vuelos de largo recorrido piensas... “bueno, quizá no es como el de Iberia o el otro de Air France en que he montado”. Llegas a tu asiento, algo pegadito al de delante, pero bueno, esperemos que no sea tan duro el viaje, si no siempre puedes levantarte a dar una vueltecita hasta el baño o por el pasillo.
Bueno, pues llega la hora. La gente ya se ha sentado, las azafatas y “azafatos” de vuelo empiezan a cerrar los maleteros y el avión empieza a moverse. Un sentimiento de canguelo, acongoja y nostalgia empieza a asaltarte. Sí, confieso que en ese momento la cabeza te da vueltas y te montas una película que ni el mejor guión de Hollywood. Alguna lagrimilla que otra, por ser consciente de lo lejos que estás de tu rutina... pero en ese momento se mueve el avión hacia el punto de despegue. El personal del avión empieza con lo de las puertas de seguridad, el cinturón, el chaleco, la mascarilla y demás. En eso el trasto acelera y empieza a despegarse del suelo, poco a poco vas viendo que la aventura comienza de verdad. Esperemos que vaya bien.
Una vez arriba y después de coger la altura suficiente descubres el paisaje de nubes que te va a acompañar a lo largo de casi 12 horas. Realmente es increíble. Crees que puedes sacar la mano y coger una o tirarte encima y dormir la siesta. Es realmente bonito, pues el azul del cielo, el sol y las nubes crean una composición de fotografía de concurso.

En ese momento la “noche” te sorprende y un paisaje de atardecer y nocturnidad intenta debatirse por la ventana. Ves que la noche se acerca, pero el día lo tiene detrás. No llegas a tener horas de noche cerrada, puesto que dejas el sol pero entras en zonas donde está empezando a aparecer. La primera vez en mi vida que giro por el mundo dejas el sol pero al mismo tiempo lo buscas.
A las 7.45 subimos al avión y ya empezamos a notar la presencia francesa, aunque de momento el idioma no representa una barrera. Por lo visto viajamos en una clase media, después d la turista, lo cual parece que no está nada mal.
A las 8.30 despegamos, maniobra suave. Al ser de día la luz acompaña y se puede ver un bonito paisaje. Pasado un tiempo nos dan de desayunar, no esta mal pero eso de que los franceses no tomen leche... supongo que hay diferencias notables al cruzar los pirineos.
Transcurre el vuelo con tranquilidad y música. El paisaje es interesante, mar, montañas nevadas y cúmulos de nubes que te dan la sensación de estar sobre un colchón.
Llegamos a nuestro destino. Aterrizamos en Charles de Gaulle, será la primera vez que pise suelo francés. Sin salir de la terminal nos dirigimos a la puerta de embarque, la F56, por lo visto la que lleva los vuelos intercontinentales, o al menos se deja notar en la gente que está pasando por el control: europeos, indios y orientales.
El idioma empieza a ser un problema. Personal de la terminal que te habla en francés y cuando ven tu pasaporte español te miran por encima del hombro... quisiera saber porqué no le somos simpáticos a los franceses. Otra vez he de quitarme las pulseras, anillos, el cinturón y todo aquello que pueda dar positivo en el detector de metales. Mucho me temo que no será la última vez que lo haga...
Después de un paseo largo de 1h y 15 minutos hacen llamada de nuestro vuelo. Mientras cruzas el túnel que lleva al avión empiezas a darte cuenta de la magnitud del asunto, de la experiencia que vas a emprender. Ya no hay marcha atrás.
Unas azafatas muy monas te saludan con un “Bon Jour” mientras te van indicando hacia dónde tienes que pasar... en francés, claro. Vamos, chica, como si me hubieras mandado al ala derecha, que sí, que ya voy yo “pallá”.
Una vez entras en estos aviones tan grandes de vuelos de largo recorrido piensas... “bueno, quizá no es como el de Iberia o el otro de Air France en que he montado”. Llegas a tu asiento, algo pegadito al de delante, pero bueno, esperemos que no sea tan duro el viaje, si no siempre puedes levantarte a dar una vueltecita hasta el baño o por el pasillo.
Bueno, pues llega la hora. La gente ya se ha sentado, las azafatas y “azafatos” de vuelo empiezan a cerrar los maleteros y el avión empieza a moverse. Un sentimiento de canguelo, acongoja y nostalgia empieza a asaltarte. Sí, confieso que en ese momento la cabeza te da vueltas y te montas una película que ni el mejor guión de Hollywood. Alguna lagrimilla que otra, por ser consciente de lo lejos que estás de tu rutina... pero en ese momento se mueve el avión hacia el punto de despegue. El personal del avión empieza con lo de las puertas de seguridad, el cinturón, el chaleco, la mascarilla y demás. En eso el trasto acelera y empieza a despegarse del suelo, poco a poco vas viendo que la aventura comienza de verdad. Esperemos que vaya bien.
Una vez arriba y después de coger la altura suficiente descubres el paisaje de nubes que te va a acompañar a lo largo de casi 12 horas. Realmente es increíble. Crees que puedes sacar la mano y coger una o tirarte encima y dormir la siesta. Es realmente bonito, pues el azul del cielo, el sol y las nubes crean una composición de fotografía de concurso.

¿Qué se puede hacer durante tantas horas en un avión? Bueno, hay que ir provisto de entretenimiento, como algún libro y música, pero lo que me gustaba del avión en el que viajábamos era la pantalla táctil que poseía cada pasajero. Trasteas... y descubres que puedes hacer unas cuantas cosas... siempre y cuando el idioma no te suponga un problema, pues desde que se sube sólo hablas tu lengua de origen con tu acompañante, ya que los avisos del personal del avión son en francés, inglés y japonés. Afortunadamente parece que no todo está así y en el canal películas te encuentras algunas en español... o mejor lo dejamos en lengua latina... no obstante tienes juegos, series, noticias, dibujos y lo más usado, sin duda, el mapa con la trayectoria que sigue el avión hasta el aeropuerto de Narita, indicando las zonas y países por los que pasa. Intentaremos entretenernos pues...
Las horas pasan... o no parece que lo hagan... te sirven la comida, que eso hace bastante, para que te olvides un poco que te encuentras a unos 9 km de altura... un poco alto, ¿eh? Después de eso intentas dormir, pero no sé si es que yo soy delicada o que, pero tan sólo conseguí quedarme traspuesta durante media hora. Ves una película (Los Increíbles en “sudaka”), juegas al solitario, miras por la ventana, haces fotos, hablas con tu acompañante, te levantas al servicio, estiras un poco las piernas... pero se hace un poco interminable, pierdes noción de la hora real que es... Te fijas en la gente que puede dormir o se entretiene jugando a las cartas... ¿por qué ellos pueden y yo no? A veces te da la sensación de que no ves el momento de llegar.
Las horas pasan... o no parece que lo hagan... te sirven la comida, que eso hace bastante, para que te olvides un poco que te encuentras a unos 9 km de altura... un poco alto, ¿eh? Después de eso intentas dormir, pero no sé si es que yo soy delicada o que, pero tan sólo conseguí quedarme traspuesta durante media hora. Ves una película (Los Increíbles en “sudaka”), juegas al solitario, miras por la ventana, haces fotos, hablas con tu acompañante, te levantas al servicio, estiras un poco las piernas... pero se hace un poco interminable, pierdes noción de la hora real que es... Te fijas en la gente que puede dormir o se entretiene jugando a las cartas... ¿por qué ellos pueden y yo no? A veces te da la sensación de que no ves el momento de llegar.

La trayectoria que sigue el avión es un tanto curiosa, porque atraviesas el norte de europa y llegas a las costas del norte de Rusia. Pasas por una especie de desierto cubierto de nieve. En el mapa del monitor pone “Siberia”. ¿Estamos en el mismo desierto siberiano? No puede ser. La claridad de la tarde hace que se pueda ver el suelo. Supongo que la ruta tendrá algo que ver con conflictos de espacios aéreos… o quizá no…
Viendo lo que queda y lo que has recorrido piensas más en el tiempo que llevas que en el que te queda, que realmente es poco, apenas 3 horas.

1 comentario:
Pufff... después de leer todo creo que, sin lugar a dudas, lo peor ha sido ver Los Incríbles en español neutro xD peor aun que las eternas horas de viaje.
Desde luego me ha resultado terrible lo del trato que os dieron los franceses. Quizás la gente jóven es más abierta. Cuando nosotros fuimos a Hong-Kong hicimos la escala en Amsterdam y el trato ahí fue muy correcto.
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